20 de agosto de 2019

La ruta 66, un símbolo americano

La ruta 66 tuvo el honor de ser una de las primeras vías de la Red de Carreteras Federales de Estados Unidos, el programa con el que la Casa Blanca, de la mano de los estados, tejió en los años 20 del siglo pasado una malla de carreteras de largo alcance a lo largo y ancho del país. El 11 de noviembre de 1926 fue el turno de la 66, numeración que recibió acorde a la regla no escrita que daba un guarismo par a las vías que viajaban de este a oeste y viceversa, e impar a las que transcurrían de norte a sur y viceversa. De hecho, su principal promotor, un emprendedor de Tulsa (Oklahoma) –ciudad que, como no podía ser de otro modo, cruza la ruta– llamado Cyrus Avery, quiso en un primer momento bautizarla como ruta 60, pero los dígitos redondos se reservaban para las carreteras principales y ésta todavía no auguraba tales honores.


La construcción de la US66 supuso, en su momento, recortar algo más de un 8% la distancia entre Chicago y Los Ángeles, que quedó establecida en 2.448 millas –3.940 kilómetros. Aunque esto no fue la principal aportación para acercar el rural Midwest y el urbano Pacífico: el gran paso adelante llegó con el reemplazo de los vetustos caminos por las nuevas vías de mejores condiciones.

¿Ello se plasmó en la actual ruta 66? No tan deprisa, porque de inicio sólo se asfaltaron unas 800 millas de la vía.

No fue hasta una docena de años después, en 1938, que la ruta 66 se convertiría en la primera carretera totalmente asfaltada de Estados Unidos. Para ello fue necesaria la generosa aportación de fondos del New Deal del presidente Franklin Roosevelt. El ambicioso programa de obras públicas que a tantos norteamericanos empleó permitió ensanchar la carretera y modificar el recorrido para hacerlo más cómodo y lineal, esquivando antiguos puntos negros que se habían cobrado no pocas vidas –hasta el punto que se la llamaban la Bloody 66 (Sangrienta 66).

Entremedias, y pese a no estar en condiciones idóneas, la US66 ya había vivido su primer gran boom de transeúntes tras la Gran Depresión de 1929. La profunda crisis económica que atizó a Estados Unidos llevó a muchos de los habitantes de su corazón rural a buscar una nueva vida en el litoral, siguiendo los pasos marcados el siglo anterior por la popular fiebre del oro. Los problemas de bolsillo, con todo, tuvieron un desastre ecológico como cooperador necesario en esta masiva migración que se contó por cientos de miles: la Dust Bowl , las espesas e infinitas tormentas de polvo y arena que castigaron aún más la ya empobrecida población del Midwest norteamericano, empujándola hacia la costa.


Los años pasaron y el también conocido como Main Street of America envejeció. Superado ya el ecuador de siglo empezó el ocaso de la US66. El primer síntoma fue la construcción de carreteras alternativas que circulaban en paralelo a la 66. La sentencia, sin embargo, llegó en junio de 1956, cuando Estados Unidos aprobó la ley de Autopistas de Ayuda Federal. El plan, originalmente, incluía la construcción de más de 60.000 kilómetros de autopistas interestatales con un presupuesto de 25.000 millones de dólares en un plazo de diez años. O lo que es lo mismo, el mayor proyecto de obras públicas de Estados Unidos hasta el momento.

El entonces presidente Dwight Eisenhower, prendado del sistema alemán de autobahn, apostaba así por una red de carreteras interestatales más modernas, más anchas, más rápidas y más seguras que relegaba a vías como la añeja 66. Un ejemplo, la I-40, que a lo largo de centenares de kilómetros discurre en paralelo, a escasos metros de distancia, de la marginada US66.

Los años pasaron y el también conocido como Main Street of America envejeció. Superado ya el ecuador de siglo empezó el ocaso de la US66. El primer síntoma fue la construcción de carreteras alternativas que circulaban en paralelo a la 66. La sentencia, sin embargo, llegó en junio de 1956, cuando Estados Unidos aprobó la ley de Autopistas de Ayuda Federal. El plan, originalmente, incluía la construcción de más de 60.000 kilómetros de autopistas interestatales con un presupuesto de 25.000 millones de dólares en un plazo de diez años. O lo que es lo mismo, el mayor proyecto de obras públicas de Estados Unidos hasta el momento.


La ruta 66 es hoy una vía que sobrevive al margen del uso común de una carretera, que bebe principalmente de turistas y nostálgicos a los que no importa dejar de lado las comodidades de las nuevas autopistas por poder viajar por los irregulares tramos de la US66 y empaparse de su alma americana. Y así, descontar kilómetros mientras se circula por parte de la historia asfaltada de Estados Unidos.

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